domingo, febrero 19, 2017

Tercer libro 2017: "Donde los escorpiones", de Lorenzo Silva.

Me gusta cómo escribe Silva y soy fiel seguidora de sus novelas de Bevilacqua y Chamorro, personajes de la Benemérita que me han hecho pasar buenos ratos, pero éste, cuyo comienzo me recordó las mejores aventuras de la saga, con un recorrido por un poblado de la droga, fino humor negro y disección social al bisturí, lo acabé un poco decepcionada, sobre todo por la solución del caso, que no hubiera sido necesario un viaje tan largo para el método de averiguación del culpable del que se sirven al final.
Pero el caso es que pasado un tiempo desde que lo acabé y revinando, revinando, le he visto muchas cosas positivas.
Ruben Bevilacqua, que ya es subteniente, investigador de homicidios de la Guardia Civil, recibe órden de desplazarse a la base española de Herat en Afganistán para intentar aclarar la muerte de Pascual González Barrantes, un sargento primero de infantería degollado con un cuchillo amapolero de los que sirven para cortar opio (lohar, o también dosh, lo llaman en la novela). Pese a lo raro del procedimiento tampoco se descarta el suicidio pero deben aclarar si fue homicidio y, en tal caso, si pudo ser un atentado o hay alguien de la base implicado, averiguar a quién atribuir la autoría y analizar los posibles fallos en seguridad. 
Tras entrevistarse con la viuda en Sevilla, el equipo al completo (Bevilacqua, la ya sargento primero Virginia Chamorro, la cabo primero Salgado y el cabo Arnau) parte hacia Afganistán sin vacunar y con la mínima información sobre la vida en una base militar en la que parece haber más polvo que aire y que está situada en un lugar en el que antes no había otra cosa que escorpiones, de ahí el título de la novela.
Nuestros guardias no son el CSI ni tienen a su disposición métodos terriblemente sofisticados de investigación pero se las arreglan bastante bien con los interrogatorios. Tras intentar que un manitas de la base averigüe los últimos contactos telefónicos del ya cadáver acaban mandando los dos teléfonos a Madrid para que se investiguen, remitiendo también las posibles pruebas biológicas.
El muerto no parecía caer bien a nadie, ni siquiera a su viuda que estaba comenzando los trámites del divorcio. Todo el mundo dice que era un buen soldado pero no iba haciendo amigos; mal marido, regular compañero, generaba odios por doquier, pero es la víctima y merece el respeto de los investigadores y que se haga justicia con su muerte. 
La Instrucción corre a cargo de una jurídica de la base en funciones de Jueza instructora y los interrogatorios no parecen aclarar mucho qué pudo llevar a la muerte a Pascual si bien nos sirven para recorrernos la base en la zona española de corimec en corimec (la mejor para enterarse de todo es Salgado), con militares, guardias civiles y el CNI, así como tomar contacto con la zona italiana, con los afganos que trabajan con los españoles, con las mujeres afganas a quienes forman y con la base americana.
La Guardia Civil debe tener a Silva en un altarcillo y se nota que el autor visitó la base y saca partido a su visita en las pormenorizadas descripciones de la vida en ella, incluso cómo se comunican extraoficialmente whatsapp arriba, whatsapp abajo, con teléfonos que les venden los afganos, que no se yo la confianza.
En definitiva, aunque la trama deja que desear, resulta entretenido y podemos conocer la vida en las misiones internacionales, la camaradería, el trabajo, las relaciones personales,...que no está mal.

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