sábado, octubre 14, 2017

Decimoquinto libro 2017: "El relojero de Filigree Street", de Natasha Pulley.

Como siga a este paso nunca van a pillar las reseñas el libro anterior al que me estoy leyendo. Voy a tener que empezar a alternar hacia atrás y hacia delante porque si no cuando voy a escribir ya no me acuerdo de qué iba el libro que estoy reseñando, que llego con el recuerdo un poco traspuesto. (E igual dejo de numerar porque creo que me comí el noveno).
En fin, que comencé "El relojero de Filigree Street" con grandes expectativas, aunque creo que lo que más me atrajo en un principio fue la portada que me pareció muy original. El libro me llegó precedido del elogio casi unánime en muchos países de la primera novela de la autora, pero me decepcionó bastante y, desde luego, no es ni mucho menos como alguna reseña predicaba, la mejor obra de 2015.
No está mal si os gustan los autómatas y los ingenios mecánicos y mezclar fantasía y realidad, pero la novela flojea según avanzamos en su lectura y se me acabó haciendo pesada por inverosímil y en muchos momentos aburrida. Un reloj con una alarma que ríetete tú de Google Calendar, un pulpo mecánico con personalidad propia para... el hurto de calcetines, un japonés, una super estudiante de física y Thamel, un anodino funcionario de telégrafos que se libra de morir en un atentado al sonarle la alarma de un reloj de oro que apareció una mañana sobre su cama. Como el telegrafista se salva de la bomba del atentado feniano (la acción se desarrolla en el Londres de 1883) intenta localizar al fabricante del reloj al que debe la vida y encuentra al señor Mori, un japonés de la parte pobre de una familia pudiente que tuvo que emigrar a occidente y que puede "recordar" el futuro, y a Grace, una joven que estudia física en la universidad disfrazada de hombre. Se buscan, se encuentran, se apoyan y la policía los persigue por creerlos involucrados en los atentados del Parlamento. Huyen, aunque no parecen llegar a ningún sitio, y en algún momento de la trama me perdí entre los infundados celos de Tahmel, las escapadas, los sucesos de Japón y los de Londres y los reales y ficticios. Y no me perdí por su excesiva complicación de la trama sino porque no me interesó en exceso; que no me consiguió enganchar, vamos. Tiene algunos diálogos muy buenos, si bien no encontré el supuesto humor japonés que supuestamente prolifera en la obra, y estos personajes entre superdotados e inadaptados no me acabaron de convencer.

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