jueves, diciembre 28, 2017

Trigésimo noveno libro 2017: "Falcó", de Arturo Pérez-Reverte.

“La mujer que iba a morir hablaba desde hacía diez minutos en el vagón de primera clase”.
Hay que reconocer que Pérez-Reverte puede llegar a enganchar en una historia desde la primera línea. Es la primera línea de su "Falcó", la primera entrega de su nuevo personaje que por lo menos ya tiene una segunda que me estoy terminando.
Le había hecho la cruz al académico después de aburrirme soberanamente "El asedio" y no había leído nada suyo desde entonces, así que agradezco la creación de un nuevo personaje para retomar la lectura porque no hace falta decir que Arturo escribe muy bien y que cuando le da por las aventuras, tramas, espías,... resulta muy entretenido.
Este Falcó genera sensaciones contradictorias porque es un tipo mezquino pero puede comportarse aparentemente como un auténtico gentleman, es una especie de James Bond sin otra Majestad a la que servir que su propio interés y su espíritu aventurero.
Personaje negativo, canalla, amoral, cruel, peligroso, golfo, sinvergüenza, oportunista, mujeriego..., y no lo digo yo, que lo describe así su creador en una entrevista que ví. No obstante, todas estas características negativas se contrarrestan con otras con las que este inteligente mercenario puede engatusar a quien se le ponga delante, sobre todo a las mujeres con las que se cruza (todas ellas, eso sí, guapísimas, esculturales y rendidas a sus encantos) pues resulta altamente seductor y muy simpático. Y tampoco son míos los adjetivos sino de su padre literario.
La novela discurre en el marco de los primeros meses de la guerra civil con Falcó, que había trabajado ya a sueldo de la república, sirviendo ahora a los nacionales como mercenario, espía y matón a ratos, si bien pronto conocemos pronto su declaración de principios según la cual en su mundo "los bandos estaban perfectamente definidos: de una parte él, y de la otra todos los demás". Eso sí, llevando un tren de vida que permite a Pérez-Reverte dejarnos ver su concienzuda investigación sobre los objetos de lujo de la época: su reloj, un Patek Philippe, la pitillera de carey, el mechero, un Parker Beacon, la pluma de jade verde, una Sheaffer Bance... todo de primeras marcas. También conocemos el arma que utiliza, que no es una Walther PPK como la de James Bond, sino una Browning FN 1910, conocida como "la mataduques" tras el asesinato del Archiduque Francisco-Fernando en Sarajevo.
La novela resulta muy entretenida y tiene difícil encaje en cuanto a su género ya que puede considerarse una novela de espías, un thriller o una novela de aventuras con su punto de novela histórica y su punto de amoríos.
Siguiendo instrucciones del Almirante Falcó se mueve entre bandos como pez en el agua matando sin problemas a quien se le pone en el camino y acostándose con cada mujer que le apetece sin remordimientos ni compromisos, si bien con Eva, una especie de Falcó con faldas y algún que otro principio más, parece hacer una excepción asumiendo riesgos de más.
La trama en sí tampoco es lo que me ha llamado más la atención de la novela que parece una película clásica de espías de conflicto en conflicto, de pelea en pelea y de tiroteo en tiroteo, que eso sí, me ha parecido repetitivo en exceso tanto afán de recordar que pone una bala en la recámara cuando se prepara para enfrentarse a algún enemigo y por cansar también me sobran algunas cafiaspirinas, que ya sabemos que Falcó tiene migrañas, pero no creo que haga falta contarnos cada vez que se toma una. Por cierto, que era lo que tomaba mi abuela Amparo cuando le dolía algo.
En fin, que la novela se puede leer y disfrutar si no olvidamos el marco en el que se desarrolla y que no tenemos que comulgar con lo que hace o dice el protagonista, que al fin y al cabo no deja de ser uno de tantos canallas que sobreviven y destacan en tiempos revueltos. Pero que Pérez-Reverte ha encontrado otra mina, también.

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