lunes, enero 15, 2018

Segundo libro 2018: "La chica de Kyushu", de Seicho Matsumoto.

Me gustó "El expreso de Tokio" del mismo autor, que leí en 2015, así que cuando vi "La chica de Kyushu" lo puse en lista de espera y no ha tenido que esperar mucho porque me estaba aburriendo otro que estaba leyendo y lo he colado. No me arrepiento. Me ha gustado mucho.
No he tenido ya el problema que tuve con el primer libro que leí porque ya se que se publicó en 1961 y que no debo esperar investigaciones tipo CSI sino un ritmo más lento, sin móviles ni Internet, y leyendo en la sinopsis que avanza la editorial que en el argumento aparecía también un abogado, me lancé a la lectura.
Imaginad que sois abogados y tenéis prisa por la razón que sea, que se presenta en el despacho sin avisar y sin cita alguien a quien no conocéis que os dice que un familiar suyo está detenido por asesinato en, pongamos por caso Las Palmas de Gran Canaria, que ha reconocido los hechos pero que el aspirante a cliente considera que es inocente y os pide que llevéis el caso gratis en una época en que estáis de trabajo hasta el cuello. Pues... cuidado con la respuesta, que si el posible cliente es como la chica de Kyushu, las consecuencias de una negativa podrían ser graves.
Kiriko Yanagida, la chica a la que se refiere el título, se desplaza desde su lugar de residencia, la ciudad que también incluye el título situada en la isla de Honshu, hasta Tokio, a muchos kilómetros de distancia (22 horas en los trenes de aquella época), para entrevistarse con un famoso abogado de la capital japonesa, con quien ni siquiera ha concertado cita, con la esperanza de que acepte encargarse de la defensa de su hermano que ha sido detenido y acusado de asesinato, pudiendo ser condenado a muerte.
La chica llega al bufete de Kinzu Otsuka en un mal momento, ya que el atareado letrado está a punto se salir del despacho y puede dedicarle sólo unos minutos (el relato nos predispone ya contra el colega pues la cita la tiene con su amante para jugar al golf). Uno de los empleados del despacho le resume lo que la chica ha contado y ya le deja caer que el caso está perdido y que no tiene dinero. No obstante, Otsuka la recibe y Kiriko no le avanza mucho del caso, pero sí le dice que su hermano reconoció los hechos en sede policial aunque luego se retractó ante el Fiscal y que casi todas las pruebas están en su contra, no obstante lo cual confía en que el abogado pueda ayudarle ya que su prestigio ha llegado a sus oídos. Ah, y que tampoco podrá pagar sus honorarios. El abogado le razona que se trata de un Juzgado muy lejano, que los desplazamientos implicarían un tiempo del que no dispone ya que tiene juicios pendientes que le impedirían dedicar el tiempo necesario a su asunto y que serían necesarios gastos y se generarían unos honorarios muy elevados que ella no podrá pagar, insistiendo en que en su ciudad podría encontrar abogados que le llevarían el caso con la misma eficacia.
La chica no cede ante la primera negativa y llama varias veces al despacho si bien no puede hablar con el abogado, que tiene juicios en otra localidad y es el empleado quien la despacha primero con el argumento del trabajo y diciéndole que no se aceptará el caso porque no podrá pagar. Cuando la chica está en una cabina hablando con el despacho un periodista, Keiichi Abe, escucha la conversación y se interesa por el caso intentando ayudar a la chica.
A estas alturas de lectura pensé, ¡bah!, ahora el periodista se enamora de la chica, ambos investigan el caso en una especie de domestic noir de los años 60 y salvan al hermano. Pues no. Ni por asomo. 
La historia de la novela no tiene su fuerte en la investigación del caso, que lo investigan y por varios sitios, que hasta se transcribe parte del atestado y de los autos del Juzgado, pero es que tampoco salvan al hermano, que muere en la cárcel tras ser condenado en primera instancia y a la espera de la resolución del recurso. Kiriko regresa a Tokio tras la ignominia que cae sobre la familia después de la muerte del hermano en la cárcel, no sin antes llamar al abogado para comunicárselo y hacerle sentir culpable, y ahí comienza la trama a desarrollar todo su potencial. No siendo una novela policíaca hay suspense y un desarrollo final de la trama que resulta sorprendente, no tanto por los sucesos sino por el retorcimiento de la historia y la maldad que se destila poco a poco hasta la última página. Y no puedo contar mucho más.
Como buena novela negra y al igual de en "El expreso de Tokio", la crítica social no escapa de su punto de mira: las diferencias sociales, la imposibilidad de tener una defensa adecuada por falta de dinero, el funcionamiento del sistema judicial, la vida nocturna de Tokio, la vida de las camareras de los bares, que funcionan un poco como chicas de compañía de los clientes, la hipocresía entre la fachada social y la vida privada... muchos temas interesantes. He disfrutado mucho, sobre todo en la última mitad.

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